"E quan vim nostra Senyera sus en la torre, descavalcam del cavall, e endreçam-nos vers Orient, e ploram dels nostres ulls, e besam la terra per la gran mercè que Déus nos havia feita."
<< | Índex | >> Blaverismo e IglesiaTabla de contenidos
1 - Una brillante tradición de la iglesia valenciana en la lengua propiaLa restauración de la Iglesia católica en el País Valenciano, de la mano de la reconquista de Jaume I, fue de la mano del nacimiento del País Valenciano como tal. No olvidemos que la reconquista del antiguo Reino de València tuvo rango de cruzada, y que en la época que estamos hablando, comienzos del s. XIII, el cristianismo marcaba todos los aspectos de la vida humana. Así pues, la Iglesia católica jugó un papel importante en el nacimiento del País Valenciano tal y como lo entendemos. Y sobre todo, debemos destacar la participación de la Iglesia de Cataluña en este proceso creador del Reino de València. No olvidemos que el primer obispo de la diócesis de València reconquistada, el dominico Andreu d'Albalat, era catalán. Y de hecho, hasta bien entrado el s. XV, todos los obispos de la diócesis de València fueron catalanes (excepto el aragonés Arnau de Peralta y Jaume d'Aragó, nacido en València). No olvidemos tampoco los monasterios, tan importantes en aquella época, que en muchos casos tenían poder civil, en tanto que señores feudales. Así mismo, en muchos casos también, los monasterios se ocuparon de dirigir y organizar el proceso repoblatorio del País Valenciano. Da la casualidad de que los monasterios más importantes de nuestra tierra fueron fundados por catalanes y, al menos en sus orígenes, tuvieron una estrecha relación con Cataluña. Destaca así el monasterio del Puig (Horta Nord), fundado por el fundador catalán de la orden mercedaria, san Pedro Nolasco en 1237. Y sobre todo el monasterio de la Valldigna (la Safor), fundado en 1298 por el abad del monasterio catalán de Santes Creus, fray Bononat de Vilaseca, y que siempre estuvo vinculado a tal monasterio catalán. Topamos aquí con la primera argumentación antiblavera: Si en València se hablaba entonces una lengua diferente, ¿por qué todos estos recién llegados religiosos catalanes eran entendidos? En cuanto a la lengua propia, aunque la liturgia y los documentos más importantes de esta época se hacían en latín, la Iglesia valenciana del reino reconquistado prestó especial atención a la lengua propia, y en muchos casos fue líder en su defensa, cultivo y difusión. Debemos recordar que la literatura medieval en lengua catalana es básicamente religiosa. Y si tenemos presente que el País Valenciano parte del s. XIV y todo el s. XV fue el centro más importante de la literatura en esta lengua, nos atrevemos a afirmar que la mejor literatura valenciana de esta época es religiosa. Tenemos así figuras líderes en la lengua propia. En el siglo XIV destaca sobre todos el franciscano Francesc Eiximenis (gerundense pero que vivió aquí cerca de treinta años, y escribió aquí sus mejores obras). La obra de este franciscano en su propia lengua es sencillamente monumental. Su obra más importante, Lo Crestià, es un vasto proyecto de Summa Theologica en lengua propia (y recordamos que este tipo de obras eran la máxima expresión del saber medieval) del que llegó a escribir 2592 capítulos. La otra figura más importante del s. XIV, el dominico san Vicente Ferrer (hijo de padre gerundense también, y por parte de madre nieto de catalanes también), hizo una importante actividad predicatoria, que a pesar de ser oral, se ha conservado en transcripciones de sermones (o partes de sermones) suyos. En total tenemos cerca de 300 sermones que constituyen una asombrosa combinación de habla popular y rigor teológico. Este santo valenciano además, en cuanto al amor a la lengua propia, ejerció una importante actividad predicatoria por todo el continente europeo, y cuentan que allá donde fue, predicó siempre en la lengua propia (el hecho de que lo entendieran allá donde fue considerado entonces como un milagro). Las muestras de literatura religiosa en lengua propia en la València medieval abarcan además varios ámbitos. Y la cantidad de figuras que destacan es así mismo importante: La clarisa Isabel de Villena, el agustino Bernat Oliver o el dominico Antoni Canals, junto a los ya citados, serían gloria de cualquier literatura, aparte de muchos nombres y obras que nos dejamos por no hacernos demasiado prolijos. E incluso seglares como Ausiàs Marc, o autores no totalmente dedicados a la literatura religiosa, como Joan Roís de Corella, tienen en su obra una fuerte impronta religiosa e incluso teológica. Destacaremos en fin, para dar una idea de la aceptación de entonces de la lengua propia por la Iglesia valenciana cuatro hechos puntuales:
2 - Castellanización posteriorEsta brillantísima tradición se fue terminando, a medida que progresaba la presión castellanizadora progresiva en la sociedad valenciana en los siglos XVI y posteriores. En cuanto al nivel eclesiástico, recordemos que desde el s. XVI ya no ha habido prácticamente obispos valencianos en la diócesis de València, y todos fueron, bien aragoneses, bien sobre todo castellanos. Es destacable el efecto castellanizador del obispo san Juan de Ribera, sevillano y artífice de la expulsión de los moriscos en 1609. La presión se acentúa después de la victoria borbónica sobre el ejército austriacista en la Guerra de Sucesión, el advenimiento de la centralista dinastía borbónica, y el subsiguiente centralista y uniformizador "Decreto de Nueva Planta", en especial en el reinado de Carlos III. La castellanización promovida por los diferentes obispos, enviados por los reyes borbónicos, se extiende a las diócesis valencianas. El Pueblo sigue hablando valenciano; pero la predicación y la catequesis se implanta en castellano. Podemos observar esto perfectamente en las sucesivas ediciones de los Rituales Valencianos, que prescriben fórmulas para diversos actos religiosos no litúgicos, entre ellos la boda o la bendición, y que constituyen así una viva muestra de la religiosidad popular. El editado en 1654 todavía está solo en valenciano. El Ritual del Arzobispo Mayoral de 1746, después del Decreto de Nueva Planta, ya es bilingüe, si bien el valenciano conserva el primer puesto. Los rituales editados en 1811 y 1859, éste último vigente hasta la Guerra Civil de 1936, todavía son igualmente bilingües. Por cierto, leemos un valenciano muy correcto, que deshace muchos de los argumentos blaveros sobre la no valencianidad de ciertas palabras: Nosaltres, altra, així, rebre, aquest, seure, Església, menys, tenir, Esperit, segle, vós, etc. Destacaremos en último lugar dos factores que apuntalaron la castellanización presente de la Iglesia valenciana. En primer lugar, en el País Valenciano, a diferencia del Principado de Cataluña o las Islas Baleares, la Iglesia no se implicó activamente en la Renaixença, o al menos no aportó figuras destacadas, del tipo Torras i Bages o Verdaguer en el Principado; o Antoni M. Alcover o Costa i Llobera en las Islas Baleares. En segundo lugar, la presión castellanizadora franquista de después dejó sentir también en este ámbito, en este sentido, eso sí, de manera parecida al Principado o las Islas Baleares. 3 - Concilio Vaticano IIDe todos es conocida la renovación profunda de la vida eclesial que supuso el Concilio Vaticano II. Sería muy largo ahora de contar, pero no es este el sitio. Nos interesa subrayar un aspecto importante y esencial para nuestra exposición. Y es que a consecuencia de este concilio, la liturgia dejó de hacerse en latín y pasó a realizarse en las diferentes lenguas del mundo. De una forma más amplia, podemos decir que la Iglesia católica asumió después de este concilio las diferentes lenguas y culturas del mundo como patrimonio propio, como dimensión propia de la catolicidad y la universalidad de la Iglesia. Y al asumirlas como propias, asumió su defensa. De forma correlativa, se asume la defensa de los diferentes grupos nacionales existentes en el mundo, todos en igualdad de condiciones, y sin que ninguno prime sobre el otro. De esta forma, pues, se asume la defensa de las minorías nacionales. Encontramos, sin embargo, ciertos antecedentes en los papados de Pío XII y Juan XXIII: Pío XII"En particular, un punto que debería reclamar la atención, si se quiere una mejor ordenación de Europa, se refiere a las verdaderas necesidades y las justas exigencias de las naciones y de los pueblos, como también de las minorías étnicas" "En el campo de un nuevo orden fundado sobre principios morales no hay lugar para la opresión abierta o encubierta de las peculiaridades culturales y lingüísticas de las minorías nacionales, para la obstaculización o reducción de su propia capacidad económica, para la limitación o abolición de su natural fecundidad." "La vida nacional es, por sí misma el conjunto operante de todos aquellos valores de la civilización que son propios y característicos de un determinado grupo, de cuya espiritual unidad constituyen como el vínculo. [...] La vida nacional no llegó a ser principio de disolución de la comunidad de los pueblos, sino cuando comenzó a ser aprovechada como medio de fines políticos; esto es, cuando el Estado dominador y centralista hizo de la nacionalidad la base de su fuerza de expansión. Juan XXIII Nº 89: "Hay que afirmar, de la manera más explícita, que una acción dirigida a reprimir y sofocar la vitalidad y el desarrollo de estas minorías es una gran violación de la justicia, y lo es mucho más si va dirigida a hacerlas desaparecer."
Nos centraremos ahora en lo que dicen dos importantes documentos del Concilio Vaticano II (que concluyó siendo Papa ya Pablo VI), para ver hasta qué grado se asumió tal defensa. "Y como el reino de Cristo no es de este mundo (cf. Jn 18, 36), la Iglesia o el Pueblo de Dios, introduciendo este reino, no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario, fomenta y asume, y al asumirlas, las purifica, fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno. Pues es muy consciente de que ella debe congregar en unión de aquel Rey a quien han sido dadas en herencia todas las naciones (cf. Sal 2,8) y a cuya ciudad ellas traen sus dones y tributos (cf. Sal 71 [72], 10; Is 60, 4-7; Ap 21, 24). Este carácter de universalidad que distingue al Pueblo de Dios es un don del mismo Señor con el que la Iglesia católica tiende, eficaz y perpetuamente, a recapitular toda la humanidad, con todos sus bienes, bajo Cristo Cabeza, en la unidad de su Espíritu". Nº 54: "Se puede hablar con razón de una nueva época de la historia humana. Por ello, nuevos caminos se han abierto para perfeccionar la cultura y darle una mayor expansión. Caminos que han sido preparados por el ingente progreso de las ciencias naturales y de las humanas, incluidas las sociales; por el desarrollo de la técnica, y también por los avances en el uso y recta organización de los medios que ponen al hombre en comunicación con los demás. De aquí provienen ciertas notas características de la cultura actual: Las ciencias exactas cultivan al máximo el juicio crítico; los más recientes estudios de la psicología explican con mayor profundidad la actividad humana; las ciencias históricas contribuyen mucho a que las cosas se vean bajo el aspecto de su mutabilidad y evolución; los hábitos de vida y las costumbres tienden a uniformarse más y más; la industrialización, la urbanización y los demás agentes que promueven la vida comunitaria crean nuevas formas de cultura (cultura de masas), de las que nacen nuevos modos de sentir, actuar y descansar; al mismo tiempo, el creciente intercambio entre las diversas naciones y grupos sociales descubre a todos y a cada uno con creciente amplitud los tesoros de las diferentes formas de cultura, y así poco a poco se va gestando una forma más universal de cultura, que tanto más promueve y expresa la unidad del género humano cuanto mejor sabe respetar las particularidades de las diversas culturas."
Ahora nos centraremos en lo que han dicho el propio Pablo VI y su sucesor Juan Pablo II en diferentes lugares: Pablo VI"Rico o pobre, cada país posee una civilización, recibida de sus mayores: instituciones exigidas por la vida terrena y manifestaciones superiores —artísticas, intelectuales y religiosas— de la vida del espíritu. Mientras que éstas contengan verdaderos valores humanos, sería un grave error sacrificarlas a aquellas otras. Un pueblo que lo permitiera perdería con ello lo mejor de sí mismo y sacrificaría, para vivir, sus razones de vivir. La enseñanza de Cristo vale también para los pueblos: «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?» (Mt 16, 26)." "La UNESCO tiene, así, ocasión de actuar en el desarrollo integral del hombre responsable de su destino ante de sus hermanos y ante la historia, llamado a resolver las numerosas antinomias ante las cuales se encuentra enfrentado: intercambios culturales que se han multiplicado y sabiduría ancestral conservada, expansión de una cultura nueva y fidelidad viva ante la herencia de las tradiciones (...) Estas cuestiones fundamentales (cfr. Gaudium et spes 56) no pueden ser resueltas más que por una voluntad común de respeto y de aceptación de los valores que son el honor de las culturas engendradas por la humanidad dentro su misma diversidad: "Entre las civilizaciones, como entre las personas, un diálogo sincero es, en efecto, creador de fraternidad" (Populorum progressio 73; cfr. Eclesiam suma, en AAS 56, 1964, p. 639 y ss.)." "Reafirmamos el reto de los pueblos a conservar la propia identidad". "Nuestra acción debe estar primeramente orientada a aquellos hombres y naciones que, debido a las diversas formas de opresión y de la actual índole de nuestra sociedad, son víctimas silenciosas de la injusticia y no tienen forma de hacer sentir su voz." Juan Pablo II "La nación es, en efecto, la gran comunidad de los hombres qué están unidos por diversos vínculos, pero sobre todo, precisamente, por la cultura. La nación existe "por" y "para" la cultura, y así es ella la gran educadora de los hombres para que puedan "ser más" en la comunidad. La nación es esta comunidad que posee una historia que supera la historia del individuo y de la familia. En esta comunidad, en función de la cual educa toda familia, la familia comienza su obra de educación por lo más simple, la lengua, haciendo posible de este modo que el hombre aprenda a hablar y llegue a ser miembro de la comunidad, que es su familia y su nación. En todo esto que ahora estoy proclamando y que desarrollaré aún más, mis palabras traducen una experiencia particular, un testimonio particular en su género. Soy hijo de una nación que ha vivido las mayores experiencias de la historia, que ha sido condenada a muerte por sus vecinos en varias ocasiones, pero que ha sobrevivido y que ha seguido siendo ella misma. Ha conservado su identidad y, a pesar de haber sido dividida y ocupada por extranjeros, ha conservado su soberanía nacional, no porque se apoyara en los recursos de la fuerza física, sino apoyándose exclusivamente en su cultura. Esta cultura resultó tener un poder mayor que todas las otras fuerzas. Lo que digo aquí respecto al derecho de la nación a fundamentar su cultura y su porvenir, no es el eco de ningún "nacionalismo", sino que se trata de un elemento estable de la experiencia humana y de las perspectivas humanistas del desarrollo del hombre. Existe una soberanía fundamental de la sociedad que se manifiesta en la cultura de la nación. Se trata de la soberanía por la que, al mismo tiempo, el hombre es supremamente soberano. Al expresarme así, pienso también, con una profunda emoción interior, en las culturas de tantos pueblos antiguos que no han cedido cuando han tenido que enfrentarse a las civilizaciones de los invasores: y continúan siendo para el hombre la fuente de su "ser" de hombre en la verdad interior de su humanidad. Pienso con admiración también en las culturas de las nuevas sociedades, de las que se despiertan a la vida en la comunidad de la propia nación —igual que mi nación se despertó a la vida hace diez siglos— y que luchan por mantener su propia identidad y sus propios valores contra las influencias y las presiones de modelos propuestos desde el exterior.
"El fin de este ministerio es siempre la evangelización. Es el mismo para todos los países (...) A este respecto, he podido observar el celo, la valentía y la cohesión de que habéis sabido dar prueba, para iluminar y guiar a vuestro pueblo cristiano, cuando las circunstancias lo han exigido. Porque las ocasiones de prueba realmente no os han faltado. (...) Uno de los aspectos de esta evangelización es la inculturación del Evangelio, la africanización de la Iglesia. Muchos me habéis confiado que tenéis esto muy en el corazón, y es justo. Esto forma parte de los esfuerzos indispensables para encarnar el mensaje de Cristo. El Evangelio, ciertamente, no se identifica con las culturas y las trasciende todas. Pero el Reino que el Evangelio anuncia es vivido por hombres ligados profundamente a una cultura; la construcción del Reino no puede desentenderse de incorporar elementos de las culturas humanas (cf. Evangelii nuntiandi, 20) (...) Desead ser a la vez plenamente cristianos y plenamente africanos." "Ahora bien, me preguntáis, ante todo, por qué he hablado ahora en japonés. Lo he hecho, y pienso continuar haciéndolo en algunas circunstancias, para manifestar mi respeto a vuestra cultura que, lo mismo que la cultura de cada nación, se expresa entre otras cosas (más aún, sobre todo) en la lengua. La lengua es una forma que damos a nuestros pensamientos, es como un vestido en el que metemos estos pensamientos. En la lengua se encierran unos particulares rasgos de la identidad de un pueblo y de una nación. Y, en cierto sentido, late en ella el corazón de esta nación, porque en la lengua, en la propia lengua, se expresa aquello de lo que vive el alma humana en la comunidad de una familia, de la nación, de la historia.
"La catolicidad de la Iglesia se manifiesta también en la corresponsabilidad activa y en la colaboración generosa de todos en favor del bien común. La Iglesia realiza en todas partes su propia universalidad acogiendo, uniendo y elevando, en el modo en que le es propio y con solicitud maternal, todo valor humano auténtico. Al mismo tiempo, ella se afana, en cualquier área geográfica y en cualquier situación histórica, en ganar para Dios a cada hombre y a todos los , hombres, para unirlos entre sí y con El en su verdad y en su amor.
Cabe destacar, en fin, que todos los documentos que hemos aducido pueden plenamente ser considerados documentos del magisterio de la Iglesia Católica. 4 - Intentos de introducción de la lengua propia en la iglesia en la pre-transición y transiciónDado este estado de cosas y la doctrina oficial católica al respecto, en el País Valenciano, como en el resto del mundo católico, se inició también el proceso de adaptación de los textos litúrgicos y eclesiásticos a la lengua propia. El primer precedente es un Eucologio valenciano, libreto para seguir la misa hecho en valenciano por mosén Vicent Sorribes, allá por los años 50, siendo obispo de València el salesiano vasco Marcelino Olaechea, quien prologó la obra. Así, ya en 1970, la Comisión Provincial Valentino-Tarraconense, siguiendo el nuevo ordenamiento del Misal promulgado por Pablo VI el día 3 de abril de 1969, hicieron el Ordinario de la Misa en lengua catalana, con adaptaciones para el uso de las Diócesis de València, Sogorb-Castelló y Oriola-Alacant, autorizadas por los obispos respectivos. Posteriormente, el entonces arzobispo de València, José María García Lahiguera, creó el 14 de mayo de 1973 una Comisión Interdiocesana para los textos en lengua vernácula. De esta Comisión formaron parte las siguientes personas:
Se eligió como presidente al presbítero mallorquín establecido en el País Valenciano Pere Riutort i Mestre (nombrado por decreto del arzobispo de València el 18 de octubre de 1973). Los trabajos de esta Comisión culminaron en la publicación a finales de 1975 del Llibre del Poble de Déu, bellísima y completísima recopilación de textos litúrgicos adaptada a las variantes valencianas. Cabe decir que para la publicación y edición de este libro, el citado Pere Riutort tuvo que vender unas tierras que tenía en Mallorca para poder sufragarla. La aprobación de este libro, estuvo rodeada de polémica desde prácticamente sus inicios, coincidiendo con la aparición del blaverismo en la sociedad valenciana, como analizaremos en apartados posteriores. 5 - Las conexiones entre blaverismo e Iglesia en la transiciónPero como puede deducirse si miramos las fechas, todo esto coincidió con el nacimiento y eclosión del blaverismo en la sociedad valenciana. En este sentido, las fuerzas centralistas madrileñas que lo impulsaron, se dieron cuenta de la importancia que podía tener el hecho de tener controlada la Iglesia para sus propósitos. Esto en primer lugar, porque la Iglesia es (y en aquella época más aún) muy importante como institución en el País Valenciano, con un altísimo índice de práctica religiosa. En segundo lugar, porque la Iglesia y los valores religiosos pueden dar fuerza espiritual y autoridad moral a cualquier movimiento social, más aún si es nacionalista. Debemos tener presente que la mayor parte de los movimientos nacionalistas europeos tienen o han tenido detrás el apoyo de la institución eclesiástica: Escocia, Flandes, Euskadi, Cataluña, Mallorca, Irlanda, Quebec, etc. En el caso de algunas naciones que hoy disponen de Estado pero que han sufrido largos años de ocupación extranjera, como Polonia o Grecia, podemos decir que fue la Iglesia (católica en Polonia y ortodoxa en Grecia) la que mantuvo la llama y el espíritu nacional durante los largos años de ocupación. Esto además está en consonancia con la doctrina del magisterio de la Iglesia católica que acabamos de exponer, según la cual la Iglesia debe apoyar siempre a las minorías étnicas, y velar por sus derechos, siguiendo así la tradición cristiana de defender el débil frente al opresor. En Madrid todo esto lo vieron como decimos. Y nadie mejor que el principal inductor del blaverismo en la transición: Fernando Abril Martorell. Él mismo era además un hombre que podemos calificar "de Iglesia", católico practicante. Y por eso mismo no podía consentir que "su" institución tuviera el más mínimo rastro del catalanismo que tanto odiaba. Y de forma correlativa, tampoco podía consentir que la Iglesia valenciana asumiera en cierto modo la reivindicación de la lengua y la cultura propias, ya que esto favorecería de forma enorme el desarrollo de un nacionalismo propio, como ha ocurrido en los ejemplos europeos que hemos mencionado. Si tenemos presente igualmente que en el País Valenciano entonces, y hoy todavía, la gente de Iglesia suele ser muy derechas, y la derecha valenciana en la transición optó en bloque por el anticatalanismo, también podemos deducir que gran parte de los actores blaveros de la transición eran gente muy de Iglesia: Juan Ferrando Badía, Emilio Attard, los propios Casp y Adlert (que, hay que decirlo, tienen una importante producción de literatura religiosa), Baltasar Bueno, etc. E incluso el antecedente más claro del blaverismo, Josep Maria Bayarri, aparte de ser escultor de obras religiosas, era persona muy de Iglesia, y que vivía su fe desde la beatería más rampante. Más recientemente, los dos principales actores del blaverismo, seguían siendo dos personas muy vinculadas a la Iglesia católica. Por un lado, Juan García Sentandreu, un hermano del que, de nombre José, pertenece al grupo ultracatólico de los "Legionarios de Cristo". Por otro, su principal esponsor reconocido, Juan Lladró, que dicen que pertenece al Opus Dei. A todo esto se une la destacada participación de muchos eclesiásticos y religiosos en el nacimiento y difusión del blaverismo. Como veremos a continuación, el primero de todos fue uno de los miembros de esta Comisión Interdiocesana para los textos litúrgicos: Josep Alminyana Vallés. Pero el número de eclesiásticos o religiosos que en algún momento u otro han participado en el blaverismo es grande: el jesuita Joan Costa i Català, el franciscano Benjamín Agulló, el salesiano Josep Boronat, Vicent Castell Maiques, el ex-canónigo de la catedral de València Josep Climent, el ex-catedrático de Derecho Canónico Antonio Molina Meliá, etc. (todos ya fallecidos). Bien es cierto que otros se han salido de este movimiento y luego aceptaron la unidad de la lengua, como el ex-decano de la catedral de València Ramon Arnau (también fallecido). Si todos estos eclesiásticos hicieran esto por convencimiento o por oportunismo ante cómo se presentó la transición en el País Valenciano es algo que queda en sus conciencias. En cualquier caso, y eso es lo que queremos resaltar, el blaverismo en el País Valenciano en la transición (es decir, en su nacimiento), fue algo en lo que tomaron parte muchos eclesiásticos y mucha gente vinculada a la Iglesia. 6 - La presión blavera para evitar la introducción de la lengua propia en la Iglesia valencianaComo en todos los conflictos, y más aún hablando de temas eclesiásticos, el origen debe encontrarse en las miserias humanas. En este caso, parece que el origen de todo estaría en una cosa tan terrenal como la envidia, que parece ser que sentía uno de los miembros de esta Comisión Interdiocesana antes citada, Josep Alminyana, hacia su presidente, el mallorquín Pere Riutort. Parece ser también que este eclesiástico recibió la negativa influencia de Xavier Casp y Miquel Adlert, que al ser nombrados miembros de la Comisión todavía no habían optado hacia el secesionismo lingüístico, pero que fueron evolucionando paulatinamente hacia él en todos estos años, culminando en 1977, como sabemos. Los problemas empezaron incluso antes de la deserción de este presbítero. Así, a finales del mismo 1975 aparecieron en "Las Provincias" unas cartas al director atacando el Llibre del Poble de Déu. Estas cartas pueden considerarse así las primeras muestras del anticatalanismo en la transición al País Valenciano. Después, fue el citado Josep Alminyana quien empezó una campaña por su cuenta, con la ayuda de Jaume Sancho (actual canónigo de la catedral), enviando cartas a las parroquias, en las que firmaba como "Presidente de la Comisión Diocesana de Sagrada Litugia", y donde descalificaba el Llibre del Poble de Déu de todas las formas posibles, básicamente, claro, acusándole de estar catalanizado. Todo esto, claro, de espaldas a la Comisión Interdiocesana y al principal acusado, Pere Riutort. El revuelo fue mayúsculo, y en un principio, el obispado contemporizó entre los dos bandos enfrentados y no tomó una postura clara. Cabe decir también que los entonces Gobernador Civil de València, Enrique Oltra Moltó, Presidente de la Diputación de València, Ignacio Carrau, y Alcalde de València, Miguel Ramón Izquierdo les intimidaron de diversas formas para ello. Todos ellos eran de filiación franquista y todos ellos (sobre todo Ignacio Carrau) participaron activamente en el nacimiento y consolidación del blaverismo. De hecho Miguel Ramón Izquierdo fue uno de los fundadores del partido blavero Unión Valenciana, y durante muchos años figura destacada de ese partido. Todos ellos eran también personas de esas que hemos nombrado, muy de derechas y al mismo tiempo muy de Iglesia. Y así Ignacio Carrau (ya muerto) terminó siendo miembro destacado de la "Cofradía del Santo Cáliz" de la Catedral de València. Los ataques al Llibre del Poble de Déu y a su principal artífice y sufragador, Pere Riutort, continuaron por todos los medios, con valientes y decididas réplicas de Pere Riutort, y también de la asociación "La Paraula Cristiana", decidida defensora de la introducción de la lengua vernácula en la Iglesia valenciana. Como los ataques realizados por este bando en el fondo españolista y enemigo de la introducción de la lengua propia en la Iglesia valenciana no dieron fruto, puesto que no le retiraron el carácter oficial al Llibre del Poble de Déu, cambiaron de táctica. Y así, coincidiendo con la aparición "oficial" del secesionismo lingüístico, hicieron ellos también unos textos litúrgicos con ortografía blavera, todos en 1978. Hicieron así un Ordinario de la misa en lengua valenciana, para sacerdotes, y su correspondiente Libreto para los fieles; y unas Oraciones del Cristiano en lengua valenciana. La edición de todos ellos fue sufragada por la Diputación de València presidida por Ignacio Carrau, de quien hemos hablado ya. Siguiendo el desorden lingüístico que caracterizó el movimiento blavero (y que todavía dura), ¡dentro del mismo año 1978 cambiaron hasta 4 veces estos textos! Especialmente delirantes fueron sus 4 versiones distintas del Padrenuestro, oración máxima del mundo católico y de la que sólo se suele aceptar por parte de las autoridades eclesiásticas una versión para cada idioma. El problema es que el arzobispo de València contemporizó con estos textos, y así aunque nunca tuvieron la aprobación oficial, sí hubo una permisividad tácita. Sin embargo, a efectos del Derecho Canónico, no le quitan la oficialidad al Llibre del Poble de Déu, aprobado por la Comisión Interdiocesana y en último término por la Santa Sede. Los ataques de los blaveros a la introducción de la lengua propia en la Iglesia valenciana continuaron igualmente por otros caminos. Así, en especial en la ciudad de València, realizaron un acto sacrílego, como interrumpir insultando y llegando a la violencia las pocas eucaristías en lengua propia que se hacían en la ciudad de València. Disponemos de un testimonio contemporáneo de los hechos, esta circular de la asociación "La Paraula Cristiana" en 9 de febrero de 1979, que no tiene desperdicio: "L’Associació Religiosa LA PARAULA CRISTIANA es veu en la necessitat de fer coneixedor al Poble Valencià el seu pensament sobre els esdeveniments succeïts en l’Església de la Companyia de Jesús de la ciutat de València els diumenges 21, 28 de gener i 4 de febrer de 1979. Pel qual motiu volem fer públic el que segueix.
"La Asociación Religiosa LA PARAULA CRISTIANA se ve en la necesidad de dar a conocer al Pueblo Valenciano su pensamiento sobre los sucesos sucedidos en la Iglesia de la Compañía de Jesús de la ciudad de Valencia los domingos 21, 28 de enero y 4 de febrero de 1979. Por este motivo queremos hacer público lo siguiente.
Como da a entender esta circular, ya en 1978 el arzobispo José María García Lahiguera dejó el arzobispado, al llegarle la edad preceptiva de retirarse según el Derecho Canónico, y fue sustituido por el mallorquín criado en Madrid desde de los tres años Miguel Roca Cabanellas. Como también se puede deducir de la circular, la postura de este nuevo arzobispo fue de total ambigüedad y de carencia de voluntad de resolver este conflicto. Algunos han dicho incluso que, dada la violencia inicial del movimiento blavero, este hombre se atemorizó, y así una vez le dijo en voz baja a un sacerdote valenciano: "Es que si yo aceptara el Llibre del Poble de Déu, ésta gente me pegaría". Sin duda, si los mártires de los primeros años del cristianismo hubieran pensado así, no hubiesen existido, y el cristianismo no se hubiera desarrollado. Como también es evidente que esta postura no pudo sino favorecer precisamente a los detractores del susodicho Llibre del Poble de Déu, esos que mons. Roca tenía miedo de que le pegaran. Por desgracia, esta actitud es hoy día muy normal en el clero valenciano. Y si bien es en principio condenable, también es cierto que no se le puede exigir a todo el mundo que sea mártir. Una actitud similar tuvo la Conferencia Episcopal Española. Quizás por eso, quizás porque como hemos dicho al principio, a las fuerzas estatalistas les convenía fuertemente que la Iglesia católica no se implicara en la reivindicación de la lengua, la cultura y la nación propias de los valencianos, cuentan que el entonces presidente, el también valenciano Vicent Enrique y Tarancón, afirmó textualmente: "Tienen la razón los llamados catalanistas, pero conviene dar la razón a los otros". Cuentan que incluso la jerarquía eclesiástica romana encontró graves problemas para hacer cumplir a los clérigos valencianos con su obligación de introducir la lengua propia, tanto es el miedo que tenían y tanto estaban mediatizados por las fuerzas estatalistas españolas, empezando por la Conferencia Episcopal Española. Cuentan así que el difunto cardenal australiano James Knox dijo que el caso valenciano era el más problemático de todo el mundo católico en cuanto a la introducción de la lengua propia dentro de la Iglesia. 7 - Resultado final: la preocupante castellanización actual de la Iglesia valencianaMons. Roca Cabanellas, pues, tomó una actitud muy ambigua y cobarde. Los textos litúrgicos realizados en ortografía blavera siguieron siendo reconocidos, y la postura oficial, que todavía perdura con matices, fue que "como hay dos posturas, la Iglesia no puede tomar partido por ninguna de ellas". Valiente modo de ser cobarde. Una buena muestra de ello es el canon 752 de las Constituciones Sinodales de 1987, donde en el apartado de "La Iglesia y la Cultura" (Capítulo III, del libro IV), leemos esto: "...El servicio cristiano a la sociedad en que vivimos exige que la Iglesia mantenga un activo y delicado respeto a las legítimas opiniones sobre la identidad cultural, sobre el patrimonio lingüístico, y este sínodo desea que ninguna de sus expresiones se entienda como partidaria de alguna de estas opiniones. Más aún, pide a todos un esfuerzo e aproximación y entendimiento en beneficio de la lengua y cultura de los valencianos...". Mientras tanto, igualmente, los blaveros desde su diario "Las Provincias" (empezando por su directora de entonces María Consuelo Reyna Doménech, y su poco ético estilo de hacer periodismo) siguieron atacando todos los intentos que se hicieron de introducir la lengua vernácula en la Iglesia y todos los eclesiásticos o seglares vinculados a la Iglesia que ellos consideraron "catalanistas", en su estilo tan agresivo y deshonesto. Lo cual, por supuesto, amedrentó aún más a los responsables de la archidiócesis valenciana. En los años 90 incluso, podemos decir que la cosa empeoró en el conjunto de las diócesis valencianas, con el acceso al arzobispado de València del toledano Agustín García Gasco, y a la diócesis de Castelló del contestano Joan Antoni Reig Pla. En la exposición que hemos hecho nos hemos centrado demasiado quizás en la diócesis de València, para ser donde ocurrieron los hechos más graves y estar la sede de la archidiócesis y donde se toman las decisiones más importantes. Hablaremos ahora, y así haremos recapitulación de lo que pasó en las otras dos diócesis valencianas:
No obstante, la mínima base, como decimos, existió. Por eso fue especialmente negativo el acceso de mons. Reig Pla al obispado castellonense en 1996. Al carácter ultraconservador y poco conciliador de este obispo se unió una verdadera persecución de lo poco que se hacía en la lengua propia en la diócesis. Así por ejemplo, en el seminario de Castelló, la presencia de la lengua propia se redujo casi al mínimo. Debido precisamente a todo esto, dicen que lo removieron de la diócesis en 2006, en la que fue sustituido por el soriano Casimiro López Lorente, quien por otra parte tiene un trasfondo igualmente bastante conservador. Peor aún ha sido la venida de mons. Agustín García Gasco a la diócesis de València. Este hombre, castellano de nacimiento, desde sus inicios no mostró ningún interés por la lengua propia de València. Es más, si a esto unimos su carácter también ultraconservador, tenemos claros indicios de que este hombre estaría puesto en la cabeza de la diócesis valentina por las fuerzas más españolistas del Estado para mantener a toda costa la españolización (al menos eclesial) de València. Si a esto unimos que al llegar a València se rodeó de un consejo asesor donde estaba gente tan blavera como Juan Ferrando Badía o Baltasar Bueno, cuyo papel en el nacimiento del blaverismo en la transición hemos visto muy claro, encontramos más claves todo ello. Y quizá influenciado por esta gente (y también por el clero blavero, del que hemos hablado, todo debe decirse), podemos decir que este hombre ha tenido cierta condescendencia hacia el blaverismo. Así, ha recibido en audiencia a los máximos líderes blaveros de diferentes momentos y épocas, como en su día hizo con el fallecido Vicente González Lizondo, y en noviembre de 2005 ha hecho con Juan García Sentandreu. Como decimos, este arzobispo de València ha recibido desde los inicios de su obispado demandas de la sociedad valenciana de todo tipo para que la Iglesia valenciana asuma la lengua propia y la introduzca en la liturgia, coincidiendo con el aumento de la normalización lingüística en el País Valenciano, sobre todo en las comarcas. En todas ha hecho oídos sordos. La más flagrante quizás ha sido la última. Al crearse la Academia Valenciana de la Lengua, su primera labor importante fue precisamente, la elaboración de unos nuevos textos litúrgicos. Precisamente para superar el obstáculo que ponían los anteriores obispos, de que había "dos versiones". Los textos se le presentaron a mons. García Gasco, quien los recibió con buena cara al principio. Según el Derecho Canónico, y teniendo presente la condición de archidiócesis de València, el inicio del proceso que debe llevar a la aprobación definitiva de estos textos depende de él y solo de él en último término. Al principio, todo debe decirse, parecía tener buena voluntad de aprobarlos. En los últimos tiempos, y coincidiendo con la reavivación de la "guerra lingüística" por el Partido Popular (ha convertido esto así en un recurso habitual de la derecha valenciana para distraer a la gente cuando ellos tienen problemas), ha dado marcha atrás, y los textos continúan sin ser aprobados oficialmente, con lo que la preponderancia del castellano en la diócesis continúa de forma abrumadora. El arzobispo Agustín García Gasco fue hecho cardenal y esto le permitió prorrogar un poco más su tiempo al frente de la diócesis, pero obedeciendo al Derecho Canónico, fue sustituido en 2009 por el santanderino Carlos Osoro. Este nuevo arzobispo careció de la actitud hostil a la lengua de mons. García Gasco y finalmente dio el paso definitivo de aprobar unos textos litúrgicos normativos oficiales en 2010. Recapitulando, pues, y como síntesis final. Es cierto que a las fuerzas centralistas les interesa especialmente que la Iglesia Valenciana esté fuertemente castellanizada. Pero también es cierto que sin la presión violenta blavera de la transición, quizá las cosas habrían ido de distinto modo. Si relacionamos un factor y otro, tenemos aquí quizás el vínculo más claro en todo lo que hemos dicho en la web del origen madrileño y en las fuerzas estatalistas españolas del blaverismo. En resumen, ésta es la triste situación de la lengua propia (y no hablamos ya de la asunción de la realidad cultural y nacional valenciana):
Y la lista todavía podría ser mucho, mucho más larga. Y todo esto, en último término, gracias al blaverismo. |